Un día con Paulette no viene muy seguido. Pero cuando se da es como esa sensación de sacarse los zapatos al entrar a casa. Las dosis concentradas de amor con lápices, resaltador, collage o lo que caiga en sus manos, los masajes express o los premium por $2 (presiento que en cualquier momento les llega la inflación también), arranques de baile impromptu o el desafío literario (aún estoy tramitando los derechos de ese juego, es un secreto, pero involucra un celular con iTap, los ojos cerrados, y redacciones disparatadas), sin olvidarme de los monólogos de la Yolámbiga (espero estar escribiéndolo bien o me las veré con la furia de una muchacha de Asunción), un repaso de las últimas publicidades vigentes (y lo mejor de los clásicos de siempre - ¿?) en los que obviamente la que se pone al día soy yo y la que da cátedra es ella; sección cocina, manualidades, yoga con variaciones en el parque y hasta charlas filosóficas de 6˚grado. Al día siempre le faltan horas.
Paulette quedate así de chiquitita que todavía me quedan muchas caras más para hacer a la camara...